Enterrada en los sedimentos del fondo de un polvoriento abrigo en la roca situado en las tierras altas de Etiopía, los arqueólogos han encontrado la evidencia más antigua hasta la fecha de vida prehistórica a gran altitud. Según el informe, el abrigo rocoso de Fincha Habera –situado a más de 3300 metros sobre el nivel del mar en las montañas Bale– fue hace más de 30 000 años el hogar de recolectores de la Edad Media de Piedra, que hicieron uso de los recursos cercanos y se alimentaron con las abundantes ratas topo gigantes.
La vida a gran altitud es dura. El ambiente hostil e hipóxico impone una serie de limitaciones y tensiones en el organismo humano. Por esta razón, durante mucho tiempo se ha creído que los seres humanos no habitaron en entornos de gran altitud –los situados a más de 2500 metros sobre el nivel del mar (msnm)– hasta un momento reciente en la historia humana.
Sin embargo, el creciente número de recientes hallazgos en lugares de gran altitud de todo el planeta, desde el altiplano andino hasta la meseta tibetana, comienza a demostrar lo contrario, sugiriendo que las personas llevan mucho tiempo recorriendo los paisajes más elevados de la Tierra. De todas formas, estos sitios son raros y queda mucho por descubrir sobre la naturaleza de los asentamientos humanos a gran altitud y la adaptación humana a alturas tan grandes.
Götz Ossendorf y sus colegas presentan los resultados de las excavaciones en Fincha Habera, así como estudios arqueológicos y análisis paleoambientales del paisaje circundante. Las excavaciones de Ossendorf et al. sacaron a la luz miles de artefactos de la Edad Media de Piedra (EMP), incluidas piedras recogidas en la región, huesos quemados de animales y hogares de fuegos antiguos. La datación de radiocarbono de los primeros contextos del sitio sugiere que la ocupación comenzó durante el Pleistoceno Superior, en algún momento entre 47 000 y 31 000 años atrás.
Según los autores, Fincha Habera se usó repetidamente como sitio residencial a lo largo varios miles de años. Sin embargo, aunque el entorno permitía estancias a largo plazo, la permanencia de sus ocupaciones sigue siendo desconocida. En un artículo de perspectiva relacionado, Mark Aldenderfer comenta los hallazgos de Ossendorf et al. en el contexto de estudios recientes sobre gran altitud, con arriesgadas conclusiones en gran parte no respaldadas por datos subyacentes. “Las palabras importan y es hora de que los arqueólogos que trabajan en los altiplanos del mundo sean más cuidadosos en cuanto a los términos que usan para describir y enmarcar sus hallazgos”, escribe Aldenderfer. (Fuente: AAAS)