Los efectos de más de 60 minutos diarios de caminata o de cualquier otra actividad física moderada se acumulan a lo largo de la vida y pueden reducir en un 39% el riesgo de surgimiento de adenomas avanzados. Estas lesiones o los pólipos internos son precursores del cáncer colorrectal, el tercer tipo de cáncer en lo que a incidencia se refiere en Brasil.

 

Esta conclusión surge de un estudio epidemiológico publicado en el British Journal of Cancer y realizado por investigadores del Departamento de Medicina Preventiva de la Facultad de Medicina de la Universidad de São Paulo (FM-USP), en Brasil, y de la Harvard University, en Estados Unidos. Dicha investigación contó con el apoyo de la FAPESP – Fundación de Apoyo a la Investigación Científica del Estado de São Paulo a través de una Beca de Pasantía de Investigación en el Exterior (BEPE, siglas en portugués).

 

“La relación entre actividad física, adenoma y cáncer colorrectal ya se conocía. Pero esta es la primera vez que se demuestra el efecto acumulativo y los impactos de la actividad física realizada desde la adolescencia sobre la disminución de la incidencia de adenoma colorrectal”, dijo Leandro Rezende, investigador de la FM-USP y uno de los autores del estudio.

 

Para arribar a esta conclusión, en el estudio se utilizaron datos recabados con 28.250 mujeres estadounidenses que tomaron parte en el Nurses’ Health Study II, una investigación realizada con enfermeras en la Harvard University. Dicha investigación, en su segunda edición, tuvo gran importancia para el conocimiento de la etiología de enfermedades crónicas, al recabar durante largos períodos información sobre hábitos de vida, tales como actividad física, alimentación y obesidad.

 

 

En el estudio publicado ahora en el British Journal of Cancer se analizó la relación entre actividad física y el desarrollo de adenoma colorrectal, independientemente de otros factores de riesgo conocidos para el cáncer colorrectal, tales como la alimentación, el tabaquismo y el consumo de alcohol.

 

De acuerdo con los resultados, en comparación con personas con bajo nivel de actividad física (menos de 60 minutos diarios), aquellas que practicaron actividad física solo en la adolescencia (de los 12 a los 22 años) experimentaron una reducción del 7% en el riesgo de desarrollar adenomas. Quienes practicaron ejercicios solamente en la vida adulta (de los 23 a los 64 años), la reducción fue del 9%. En tanto, entre las personas activas tanto en la adolescencia como en la fase adulta, el riesgo fue un 24% menor.

 

Según Rezende, la pequeña diferencia entre el impacto causado solamente en la adolescencia y solo en la vida adulta ocurre debido a la cantidad de años vividos en cada período.

 

“Fueron reducciones similares. Lo que esta tendencia sugiere es un efecto acumulativo de la actividad física sobre la disminución de los adenomas en el transcurso de la vida. Independientemente de concretarse durante la fase adulta o en la adolescencia, demostramos que cuanto mayor es la práctica de actividad física, menor es el riesgo de surgimiento de adenomas en la fase adulta”, dijo.

 

Sin embargo, el resultado más sorprendente para los investigadores fue el que indicó que la actividad física en la adolescencia y en la vida adulta ocasiona una reducción aún mayor del riesgo de aparición de adenomas avanzados (un 39%), los más peligrosos para el desarrollo de cáncer colorrectal.

 

“La mayor reducción de riesgo se registró precisamente para los adenomas avanzados, aquellos con más de un centímetro y que pertenecen a un subtipo de adenomas que es más agresivo [denominado adenomas vellosos] y, por ende, con mayor propensión a evolucionar hacia el cáncer colorrectal”, dijo Rezende.

 

De acuerdo con los investigadores, el impacto de la actividad física sobre la reducción del riesgo de surgimiento de adenomas estaría relacionado con la disminución de fenómenos inflamatorios y de resistencia a la insulina.

 

Para José Eluf Neto, profesor titular de la FM-USP y director de tesis doctoral de Leandro Rezende, los resultados del artículo corroboran la importancia del desarrollo de políticas públicas que valoren la actividad física como una cuestión de salud pública.

 

“El cáncer colorrectal es uno de los tipos de tumores más comunes y la actividad física por sí sola ha demostrado su importancia para la reducción de los riesgos de padecer esta enfermedad. Pero es necesario destacar que el adenoma no constituye aún una enfermedad. Es decir, hemos demostrado que la actividad física tiene un impacto tendiente a que la enfermedad ni siquiera llegue instalarse, pues actúa reduciendo el desarrollo de un precursor”, declaró Eluf Neto.

 

El investigador subraya que, particularmente en lo concerniente al cáncer colorrectal, el sedentarismo se ha erigido como una preocupación desde la adolescencia.

 

“Pese a que la mayoría de los casos de la enfermedad se registran después de los 60 años, ha crecido la cifra de casos en pacientes con menos de 50 años. No se sabe si es solamente a causa de la expansión en el diagnóstico, si las personas están haciendo más exámenes o si las exposiciones a factores de riesgo tales como el sedentarismo al comienzo de la vida podrían incrementar la incidencia temprana del cáncer o de adenoma colorrectal”, dijo.

 

El seguimiento llevado a cabo con las enfermeras participantes en el Nurses’ Health Study II se comenzó al final de la década de 1980, cuando tenían entre 25 y 40 años. En 1997, respondieron un cuestionario sobre factores de riesgo y de protección contra enfermedades crónicas que incluía preguntas sobre hábitos de actividad física, alimentación y obesidad. En ese entonces eran adolescentes o jóvenes (tenían entre 12 y 22 años).

 

“En esos cuestionarios ellas respondían cuánto tiempo en la semana aproximadamente practicaban actividades de transporte, tales como ir de sus casas a la escuela, y también las de intensidad moderada (caminar) y de intensidad vigorosa (clases de gimnasia, natación u otro deporte). Esto permitió estimar cuál era el nivel de actividad física de esas mujeres a lo largo de la adolescencia”, dijo Rezende.

 

El seguimiento de las participantes se extendió hasta el año 2011, cuando suministraron información referente a los hábitos de vida durante el período comprendido entre los 23 y los 64 años. Durante dicho tiempo ellas contestaron cuestionarios cada dos años. Para participar en el estudio, las enfermeras también tuvieron que realizarse al menos una vez estudios de sigmoidoscopía o colonoscopía, ya que los pólipos y adenomas son asintomáticos. (Fuente: AGENCIA FAPESP/DICYT)

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