El hallazgo podría inspirar nuevos tratamientos o estrategias de prevención contra esta clase de cáncer.
El cáncer de tiroides es la enfermedad maligna del sistema hormonal más frecuente. Y aunque por lo general se trata con éxito, el 2% del total puede progresar hacia tipos tumorales mucho más agresivos, como el carcinoma anaplásico tiroideo: una de las neoplasias sólidas más devastadoras y de peor pronóstico.
Ahora, científicas de Córdoba (Argentina) han identificado en un laboratorio un mecanismo que promueve la progresión de este tipo de tumor, lo cual “podría ser muy importante a la hora de pensar futuros tratamientos combinados”, indicó a la Agencia CyTA-Leloir la doctora Laura Fozzatti, del Centro de Investigaciones en Bioquímica Clínica e Inmunología (CIBICI) que depende del CONICET y cuya sede está en la ciudad de Córdoba.
Durante mucho tiempo, el estudio del cáncer se centró en la célula cancerígena y soslayó a otras que integran el tejido tumoral y le dan sostén: las células estromales. Sin embargo, podrían jugar un rol clave en la patogenia.
En el nuevo estudio, publicado en “Scientific Reports”, Fozzatti y sus colegas estudiaron “in vitro” la relación entre células estromales muy abundantes en tejido tumoral, los fibroblastos, y células malignas de la tiroides.
Y descubrieron una inquietante “interacción dinámica” entre ambas: la célula tumoral anaplásica tiroidea libera sustancias que activan a fibroblastos normales para que promuevan el proceso tumoral tiroideo, puntualizó Fozzatti, quien es Investigadora Adjunta del CONICET en el laboratorio de Endocrinología Tiroidea que lidera la doctora Claudia Pellizas en el CIBICI, Investigadora Principal de CONICET y Profesora Asociada de la Facultad de Ciencias Químicas de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC).
“Este conocimiento permite pensar en estrategias que permitan reprogramar este estado de activación del fibroblasto y llevarlo hacia un estado inactivo, lo que eventualmente podría atenuar la acción promotora del tumor de esas células”, afirmó Fozzati quien realizó su posdoctorado de 2008 a 2012 en un laboratorio perteneciente al Instituto Nacional del Cáncer (NCI) de Estados Unidos, en Bethesda, Maryland, Estados Unidos.
De todos modos, advirtió: “Por supuesto, faltan aún muchos estudios para poder hacer la traslación a la terapia oncológica humana de estos hallazgos”.