El virus del mosaico del chícharo (CABMV, por sus siglas en inglés), la enfermedad que más afecta a los productores de maracuyá en Brasil, puede combatirse mediante la aplicación de una técnica relativamente sencilla.

 

Un estudio publicado en la revista Plant Pathology demostró que la erradicación sistemática de las plantas con síntomas de la enfermedad preserva el cultivo en general, manteniéndolo productivo al menos durante 25 meses.

 

Actualmente, a causa del CABMV, los productores suelen renovar las plantaciones de pasionarias anualmente, en lo que constituye un procedimiento oneroso. De acuerdo con los autores del trabajo, el factor económico es crítico para este cultivo, que normalmente está a cargo de pequeños agricultores.

 

El virus del mosaico del chícharo existe en todos los estados de Brasil y obstaculiza el desarrollo de las plantas. Puede causar el endurecimiento de los frutos, con lo cual se tornan inapropiados para su consumo. Actualmente, la erradicación de las plantas enfermas se concreta tan solo cuando se detecta el problema durante los primeros estadios de vida de la pasionaria. Los autores de la investigación proponen mantener esta práctica a lo largo de todo el desarrollo de la planta.

 

Este trabajo, que contó con financiación de la FAPESP – Fundación de Apoyo a la Investigación Científica del Estado de São Paulo y de la Coordinación de Perfeccionamiento del Personal de Nivel Superior (Capes, un organismo ligado al gobierno federal de Brasil), estuvo a cargo de investigadores brasileños vinculados a la Escuela Superior de Agricultura Luiz de Queiroz de la Universidad de São Paulo – Esalq-USP, a la Universidad Federal de São Carlos – UFSCar (en su campus de la localidad de Araras), a la Universidad Estadual del Sudoeste de Bahía – UESB, y a la Unidad del Semiárido de la estatal Empresa Brasileña de Investigación Agropecuaria – Embrapa, aparte del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria de Argentina.

 

 

 

 

 

“Es una técnica que se aplica en los cultivos de papayos en [el estado de] Espírito Santo, desde la década de 1980. Al cabo de varios experimentos, se arribó a la conclusión de que era la mejor forma de convivir con el virus del mosaico del papayo [PRSV-P, por sus siglas en inglés]”, dijo Jorge Alberto Marques Rezende, docente de la Esalq-USP y coordinador del estudio, que comenzó en 2010.

 

Al igual como ocurre con los papayos, las plantas de pasionaria enfermas sirven como fuente del virus, que es transportado en la saliva del pulgón y, en pocos meses, se propaga por toda la plantación. Como el insecto no coloniza a las plantas, tan solo pasa por ellas, el uso de insecticidas no resulta eficiente para el control.

 

“El insecticida afecta al sistema nervioso del pulgón, pero tarda horas para matarlo. Cuando es afectado, el insecto es estimulado a alimentarse con más plantas y entonces propaga el virus. Por ende, en lugar de controlar la enfermedad, el insecticida ayuda a diseminarla”, dijo David Marques de Almeida Spadotti, primer autor del artículo, realizado como parte de su pasantía de posdoctoral en la Esalq-USP.

 

En experimentos anteriores, las plantas transgénicas de pasionaria y el uso de variantes atenuadas del CABMV como una forma de vacuna tampoco arrojó buenos resultados a los efectos de controlar la enfermedad.

 

En el marco de este nuevo estudio, se concretaron plantíos experimentales en un predio de la Esalq-USP, en la localidad de Piracicaba (interior del estado de São Paulo), y en dos terrenos en Vitória da Conquista (sudoeste del estado de Bahía). Los experimentos se realizaron entre 2013 y 2018. En dos áreas de cada localidad, se plantaron unos 100 plantines de pasionaria apoyados en emparrados o cenadores (estructuras de madera en formato de T) o espalderas (postes de madera), ambos con alambres uniendo unos a otros.

 

Por ser una enredadera, la pasionaria se vale de esas estructuras como apoyo. Asimismo, las mismas permiten efectuar la separación de las plantas unas de otras, ya que el entrelazamiento inviabiliza la identificación de aquellas que están enfermas. La segregación, podando o apartando los brotes antes de que se acerquen unos a otros, permitió detectar a las que exhibían síntomas y erradicarlas de inmediato en las inspecciones semanales.

 

En otra área de cada localidad, apartada de las otras, se concretó la plantación en espaldera de la misma cantidad de ejemplares. Pero no se separó a las plantas ni se erradicó a las que estaban enfermas, reproduciendo así el tipo de plantío que normalmente realizan los productores. Y luego se compararon ambas estrategias.

 

En los plantíos donde no se concretó la erradicación, el virus se propagó por todas las plantas en 120 días. En los otros, al cabo de 180 días, tan solo aparecía la infección en el 8%, y esas plantas fueron erradicadas. En Piracicaba, solo hubo que remover el 16% de las plantas al cabo de 25 meses. La plantación seguía siendo productiva hasta ese momento.

 

A todas las plantas erradicadas por sospecha de la enfermedad se les aplicó el test serológico PTA-ELISA, que confirmó la presencia del virus en el 100% de las muestras.

 

“Este síntoma aparece en promedio ocho días después de la inoculación del virus. Con la práctica de la erradicación, es posible detectar visualmente a las plantas enfermas y efectuar el control. Por eso lo ideal es que la inspección de la plantación se lleve a cabo al menos una vez por semana”, dijo Spadotti.

 

Según los investigadores, el próximo paso de la investigación consiste en realizar plantíos piloto, aún mayores, con entre 1.000 y 2.000 plantines de pasionaria. Aparte de erradicar a las plantas enfermas, los investigadores pretenden reemplazarlas por ejemplares sanos. La idea es mantener la plantación durante tres o cuatro años y compararla con otra concretada en la forma tradicional, totalmente replantada una vez por año.

 

“Como la pasionaria es una planta semiperenne, la idea es que ese tiempo mayor de producción sea más ventajoso desde el punto de vista económico que el completo reemplazo de la plantación anualmente”, dijo Rezende, quien coordina el Proyecto Temático intitulado “Begomovirus y Crinivirus en solanáceas”, también relacionado con el virus en cultivos alimenticios.

 

Sin embargo, para que tenga éxito, los investigadores afirman que deben aplicar esta práctica todos los productores de maracuyá a escala regional. Amén de otras plantaciones, plantaciones antiguas o abandonadas pueden servir como fuente del virus que se propaga a los cultivos vecinos, por eso debe eliminárselas.

 

Asimismo, variedades silvestres de pasionaria en áreas vecinas también pueden servir como depósitos del virus. En una de las áreas de estudio, en Vitória da Conquista, un experimento no tuvo el éxito esperado debido a la presencia de pasionarias silvestres infectadas en el entorno de la plantación. Después de que se las eliminó, disminuyó considerablemente la incidencia del CABMV.

 

Según datos del Instituto Brasileño de Geografía y Estadística (IBGE), Brasil es el mayor productor mundial de maracuyás. En 2017 fueron más de 550 mil toneladas. (Fuente: AGENCIA FAPESP/DICYT)

Publisher: Lebanese Company for Information & Studies

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