En las profundidades del mar, la oscuridad forma parte del entorno y a diferencia del ser humano, las especies marítimas desarrollan de mejor manera la audición, que juega un papel fundamental para su desarrollo y supervivencia, ya sea para buscar comida, reproducirse o protegerse.
En el agua, los sonidos se propagan con mayor rapidez y con menor pérdida de energía que en el aire, alcanzando velocidades hasta 4.5 veces más rápidas, lo que convierte al océano en un medio acústico por excelencia y el que especies como los cetáceos, ocupan como vía de comunicación que resulta indispensable para su sobrevivencia.
El término “contaminación acústica” hace referencia al ruido (entendido como sonido excesivo y molesto), provocado por las actividades humanas (tráfico, industrias, locales de ocio, aviones, barcos, entre otros.) que produce efectos negativos sobre la salud auditiva, física y mental de los seres vivos.
Mapa de la contaminación acústica del mar
La expedición The Ocean Mapping Expedition, que ha regresado de su vuelta al mundo a bordo del velero Fleur de Passion durante cuatro años (2015-2019), siguiendo la estela de Magallanes, ha elaborado un mapa acústico, en el marco del programa ‘20.000 sonidos bajo el mar’, para informar sobre los niveles de ruido subacuático de los océanos, y para sensibilizar la población mundial sobre el creciente problema de la contaminación acústica marina. La investigación la dirige Michel André, del Laboratorio de Aplicaciones Bioacústicas (LAB) de la Universidad Politécnica de Cataluña (UPC).
El Laboratorio de Aplicaciones Bioacústicas (LAB) de la UPC, vinculado a la Escuela Politécnica Superior de Ingeniería de Vilanova y la Geltrú (EPSEVG), unió esfuerzos con la Fondation Pacifique para emprender el programa 20.000 sonidos bajo el mar, el primer proyecto que ha tenido como objetivo sensibilizar a la población mundial sobre el alarmante problema del ruido oceánico elaborando un mapa de ruido del océano alrededor del mundo, grabando continuamente sonidos, identificando organismos marinos, midiendo niveles de ruido y transmitiendo automáticamente los datos a tierra.
El medio marino ha estado siempre lleno de ruido (producidos por animales y procesos físicos), aunque en los últimos cien años se han introducido muchas fuentes de sonido antropogénico que actualmente contribuyen al nivel general de ruido de los océanos. El grado en que el ruido en el mar impacta y afecta los ecosistemas marinos se ha convertido en un tema de considerable preocupación para la comunidad científica y la sociedad en general. El ruido antropogénico, incluidas las señales acústicas necesarias para estudiar el medio marino, puede interferir con el uso natural del sonido por parte de los organismos marinos: efectos crónicos que pueden afectar la capacidad a largo plazo de los animales para desarrollar sus actividades normales, reproducirse y mantener poblaciones sostenibles, o bien los efectos agudos que pueden causarles daño físico directo y comprometer su capacidad a corto plazo para sobrevivir.
Si bien los observatorios de aguas profundas han desempeñado un papel clave en la evaluación y monitoreo de los cambios acústicos oceánicos, todavía no se había invertido ningún esfuerzo en proporcionar una imagen global del ruido submarino basada en mediciones in situ en el mar desde una plataforma en movimiento, cómo es un velero.
El programa ‘20.000 sonidos bajo el mar’ se ha enmarcado en The Ocean Mapping Expedition, un programa multidisciplinario, científico, artístico y social que ha realizado una expedición de cuatro años alrededor del mundo siguiendo la ruta de Magallanes. La expedición ha finalizado en Sevilla este mes, 500 años después de la partida de Magallanes.
Para elaborar el mapa acústico y realizar predicciones precisas de los niveles y características del ruido producido por el transporte marítimo, se han tenido en cuenta las contribuciones de los buques individuales presentes en las regiones por las que ha pasado el Fleur de Passion. La información sobre la distribución, la densidad y las características acústicas de los buques se ha obtenido a través de los datos AIS (sistema de seguimiento automático a bordo de cada buque). Además, se ha utilizado información sobre perfiles de velocidad de sonido, batimetría y propiedades del fondo marino para calcular cómo se propagan las fuentes acústicas desde la ubicación de cada barco en el área hasta el lugar donde se ha calculado el nivel de ruido de fondo.
Los datos recopilados han contribuido a una mejor comprensión de la carga acústica de los océanos al proporcionar un conocimiento esencial sobre cómo se distribuye el ruido artificial a grandes escalas temporales y espaciales. La ruta del Fleur de Passion ha atravesado áreas del planeta, particularmente en el Pacífico Sur, donde el ruido del transporte marítimo u otros ruidos producidos por actividades humanas aún no han alcanzado niveles críticos y podría considerarse “niveles cero de contaminación” (por debajo de 70 dB. re 1 microPa2/Hz). Se trata de niveles que probablemente había antes de que empezara, hace un siglo, la industrialización de la explotación de los recursos oceánicos: cuando el ruido del océano solo era producido por organismos marinos.