Existen casi 15 millones de personas sin trabajo en América Latina que podrían experimentar consecuencias en su salud

MARÍA VICTORIA OJEA

Fumador y con sobrepeso. Este podría ser el identikit de las millones de personas que pasan largos periodos sin conseguir un trabajo estable. Es que además de ser un problema para nuestro bolsillo, el desempleo también puede ser la causa de una vida mucho más sedentaria y peligrosa para la salud.

No es novedad que un largo periodo de cesantía conlleva una disminución de los ingresos y, por lo tanto, produce cambios importantes en nuestro estilo de vida: desde una dieta menos variada, reducción de la actividad física, la postergación de visitas al médico o compra de un medicamento, hasta posibles síntomas de depresión y ansiedad que se canalizan a través del cigarrillo, un mal dormir o una mayor ingesta de alcohol. A esto se le suma la incertidumbre de no saber cuánto tiempo durará esa situación.

Diversos estudios alrededor del mundo buscaron establecer qué consecuencias tienen los largos periodos de desempleo en la salud de quienes los padecen.

“Quienes están desempleados por un largo tiempo tienden a ganar menos una vez que encuentran nuevos puestos de trabajo. Ellos están en peor estado de salud y sus hijos tienen un peor rendimiento académico que quienes no perdieron el empleo” asevera el estudio Consecuencias del desempleo a largo plazo del Urban Institute, que refleja el impacto de la crisis del 2008 en la salud de los norteamericanos.

Por su parte, Patricio Márquez, especialista principal en salud del Banco Mundial, dice que “aunque los impuestos y los programas de transferencias sociales pueden ayudar a atenuar las consecuencias del desempleo de larga duración, un descenso en el ingreso familiar debido a la cesantía reduce directamente la cantidad y la calidad de los bienes y servicios que la familia del trabajador puede comprar, y también agrava el estrés.”

Impacto anímico

Y Latinoamérica no es ajena a ello.

“Mi sueño es trabajar y me pone mal no tener ningún empleo ahora. No me dan ganas de nada”, dice Teresa Coria, de 46 años que desde hace más de nueve meses se encuentra sin empleo fijo. Su hija, de 24 años, tiene el mismo dilema que ella. No tener un trabajo es también nocivo para la autoestima de ambas.

Los expertos coinciden en que la región ha entrado a una etapa de crecimiento bajo y muchos de los avances cosechados en áreas como la salud, pueden verse amenazados por este periodo de desaceleración.

De acuerdo con la Organización Internacional del Trabajo (OIT), hay casi 15 millones de personas desempleadas, pero la situación de los países es heterogénea, y la desaceleración económica no impacta a todos por igual.

Si bien el desempleo no ha subido sustancialmente, sí se ha notado una reducción fuerte en la generación de nuevos puestos de trabajo, lo que limita las posibilidades de empleabilidad entre los más jóvenes. Se estima que 40% de los desocupados de la región son jóvenes y que la tasa de desempleo de las mujeres es 30% más alta. De hecho, un estudio del Banco Mundial de próxima publicación sugiere que la bonanza de los últimos años no contribuyó realmente a crear más puestos de trabajo para el 40% más pobre de la población.

Con o sin empleo, los malos hábitos son ya conocidos por los latinoamericanos: la inactividad física es uno de los factores de riesgo más preponderantes para las enfermedades crónicas no transmisibles como distintos tipos de cáncer, hipertensión y diabetes.

El sedentarismo, de hecho, provoca 1 de cada 10 muertes en la región. Y se calcula que 130 millones de personas en la región padecen de obesidad, cifra que, según expertos, podría llegar a los 191 millones para el 2030.

Un estudio longitudinal publicado por la Oficina Nacional de Investigación Económica (NBER, por sus siglas en inglés) que siguió a las mismas personas durante dos recesiones en Estados Unidos —incluida la gran recesión de 2008—concluyó que aun cuando el desempleo está débilmente relacionado con el aumento de peso, sí puede tener efectos nocivos para la salud ya que se disminuye el gasto físico total cuando se trata de trabajos de intensa actividad física (por ejemplo, en la construcción) y se realizan más actividades sedentarias como mirar televisión o navegar por Internet.

También descubrió que es más probable que los desempleados posterguen las visitas médicas de rutina o la toma de medicamentos debido a limitaciones financieras o porque han perdido su seguro médico.

Encender las alarmas

A pesar de que a nivel global y regional la evidencia sobre la relación entre un empeoramiento de la salud y el desempleo es escasa, los expertos están empezando a prender las alarmas.

“Necesitamos entender de manera más clara los mecanismos que subyacen a la pérdida del empleo y cómo el desempleo afecta los comportamientos y las condiciones de salud, tanto durante como después de las crisis económicas y en periodos prolongados de cesantía”, explica Márquez del Banco Mundial.

“Este tipo de conocimiento es esencial para desarrollar políticas basadas en la evidencia y programas para atenuar las consecuencias de la pérdida del empleo, especialmente entre quienes son más vulnerables a las crisis económicas y de salud, y velar para que ellos sean protegidos y apoyados durante y después de las crisis” concluye el especialista.

Publisher: Lebanese Company for Information & Studies

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